miércoles, 7 de septiembre de 2011

Volviendo


Nada rima con nada, dice alejandra. Haberse muerto en quién se era, dice después, o algo parecido. La tengo de fondo, como si fuera un eco posible, un simple ruido, una voz que todo lo llena. Alejandra te pega en el costado mejor delineado de la tristeza, todas las pestes y la plagas para los que duermen en paz, como me gustaría que esas palabras fuera mías, pero las mías son meros ecos de alejandra. La tierra se está quemando, arden los árboles y las palabras y los días y alejandra hace tanto tiempo que no habla. La consagración de la inocencia, escucho de nuevo, como si la inocencia fuera un estado posible. Qué vamos a hacer cuando la poesía sea un libro muerto en las estanterías. Qué vamos a hacer cuando la literatura sea un campo quemado, un árbol caído, una memoria obturada. Qué vamos a hacer cuando el orden vuelva a ser una palabra dura. Nada rima con nada. El orden, menos.