sábado, 25 de agosto de 2007

Algo sobre Maqroll

Ahora, lo importante es aprender a ver, llegar a saber ver, ver todo: las cosas, las personas, el cielo, los montes, el mar y sus criaturas. Todo lo que vemos esconde siempre una parte, la deja en la sombra. Allí hay que llegar, iluminar, descubrir, descifrar. Nada puede quedar oculto. Lo sé: es mucho pedir. Pero no hay otro remedio. El mar, por ejemplo; usted que lo ha transitado tanto y lo conoce tan bien. El mar es lo más importante que hay en el mundo. Hay que saber verlo, seguir sus cambios de humor, escucharlo, olerlo. ¿Sabe por qué? Por algo muy simple que todos creen saber pero creo que no acaban de entenderlo a fondo: porque allí nació la vida, de allí salimos y una parte nuestra siempre estará sumergida allá entre las algas y las profundidades en tinieblas. Ahora ya casi estoy listo para emprender un viejo sueño que me ha perseguido desde hace años: pintar el viento. Sí, no ponga esa cara. Pintar el viento, pero no el que pasa por los árboles ni el que empuja las olas y mece las faldas de las muchachas. No, quiero pintar el viento que entra por una ventana y sale por otra, así, sin más. El viento que no deja huella, ése tan parecido a nosotros, a nuestra tarea de vivir, a lo que no tiene nombre y se nos va de entre las manos sin saber cómo. El viento que usted, como Gaviero, ha visto venir tantas veces hacia las velas y a menudo cambia de rumbo y nunca llega. Ése es el que voy a pintar. Nadie lo ha hecho todavía. Yo lo voy a hacer, ya verá. Es cosa de saberlo sorprender en el preciso instante en que su paso no tiene duda posible. Para eso, lo sé, hay que saber mirar, ya se lo dije; mirar el lado oculto de las cosas. Con el viento es lo mismo y lo que en verdad yo sé hacer es eso: mirar, mirar hasta no ser uno mismo. Bueno, ¡qué carajo! Ya me perdí otra vez, pero creo que usted me entiende, Maqroll, porque si no me entiende estamos jodidos.
Álvaro Mutis, Razón verídica de los encuentros y complicidades de Maqroll el Gaviero con el pintor Alejandro Obregón.

lunes, 20 de agosto de 2007

Todavía hoy, en las tierras de Carewall, relatan todos aquel viaje. Cada uno a su manera. Todos sin haberlo visto nunca. Pero no importa. No dejarán nunca de relatarlo. Para que nadie pueda olvidar lo hermoso que sería si, para cada mar que nos espera, hubiera un río para nosotros. Y alguien -un padre, un amor, alguien- capaz de cogernos de la mano y de encontrar ese río -imaginarlo, inventarlo- y de depositarnos sobre su corriente, con la ligereza de una sola palabra, adiós. Eso, en verdad, sería maravilloso. Sería dulce la vida, cualquier vida. Y las cosas no nos harían daño, sino que se acercarían traídas por la corriente, primero podríamos rozarlas y después tocarlas y sólo al final dejar que nos tocaran. Dejar que nos hirieran, incluso. Morir por ellas. No importa. Pero todo sería, por fin, humano. Bastaría la fantasía de alguien -un padre, un amor, alguien. Él sabría inventar un camino, aquí, en medio de este silencio, en esta tierra que no quiere hablar. Camino clemente, y hermoso. Un camino de aquí al mar.
Océano mar, Alessandro Baricco

Uno de mis mares



Y un poema de Paul Celan:

Brillo

Con silencioso cuerpo
yaces en la arena a mi lado;
sobre ti, las estrellas.

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¿Refractó un rayo
hacia mí?
¿O fue la vara
rota sobre nosotros
la que así brilla?

jueves, 16 de agosto de 2007

Cuando decidí partir, dejar lo que amaba y era mío, sabía que era para siempre, que no iba a ser una simple ausencia, sino un acto irreparable, penoso y vergonzante, como una fuga. En realidad todas mis partidas fueron fugas. Creo que es la única forma de irse. Pero antes de huir quería ver lo que dejaba, cargar mi corazón de imágenes para no contar mi vida ya en años sino en montañas, en gestos, en infinitos rostros, nunca en cifras sino en ternuras, en furores, en penas y alegrías.

La casa y el viento, H. Tizón.

domingo, 12 de agosto de 2007

al principio fue el golpe
un silencio repentino
absurdo, casi
casi inteligible

después sobrevino la tranquilidad
una pasmosa calma
serena necesidad de silencio

ahora
el silencio
es casi ensordecedor
no me deja dormir
casi no puedo cerrar los ojos
casi no puedo respirar

la noche se hace larga
eterna
el viento suena tras las ventanas
estamos en agosto
es el mes de los vientos
los vientos están impacientes
quieren irse
ya se han ido

los dejo
que golpeen los vidrios
pero no les abro
no les voy a abrir
no puedo abrirles
duelen con sus ruidos
duelen tanto

siempre el mismo ciclo
siempre el mismo
la misma lanza
que atraviesa, destroza, y renace

siempre igual

como tus ojos
devorándose a los míos

silencio, ahora

sábado, 4 de agosto de 2007

Cummings, y el cuerpo

quiero mi cuerpo cuando está con tu
cuerpo. Es algo tan nuevo.
Los músculos mejor y aún más los nervios,
quiero tu cuerpo, quiero lo que hace,
quiero sus modos, quiero el tacto de su espina
dorsal, sus huesos y la palpitante
-lisura-fiel que he de
otra vez otra y otra
besar, quiero besarte aquí y allí,
quiero, lentamente palpar, rozar el vello
de tu eléctrica piel, y aquel que nace
sobre la hendida carne... Y ojos grandes migas de amor,

y tal vez quiero el estremecimiento

bajo de mí de ti tan nueva