La creación es el resultado de la imperfección. Del esfuerzo por conseguir algo y de la frustración. Y de ahí es de donde creo que nació el lenguaje. Es decir, fue el resultado de nuestro deseo de superar nuestro aislamiento, y tener cierto tipo de conexión entre nosotros. Debía ser fácil cuando se trataba de simple supervivencia. Ya sabes… “agua”. Inventamos un sonido para ella. O “tigre dientes de sable justo detrás de ti”. Inventamos un sonido para eso. Pero se vuelve realmente interesante, creo, cuando usamos ese mismo sistema de símbolos para comunicar todas las cosas abstractas e intangibles que experimentamos. ¿Qué es, por ejemplo, frustración? ¿Enojo o amor? Cuando yo digo “amor” el sonido sale de mi boca y llega al oído de la otra persona, viaja a través de este conducto bizantino en su cerebro, sabes, a través de sus memorias de amor o de falta de amor, y registra lo que estoy diciendo y dice: Sí, lo entiendo. ¿Pero cómo sé yo que lo entiende? Porque las palabras son inertes. Son sólo símbolos. Están muertas, ¿sabes? Y muchas de nuestras experiencias son intangibles. Gran parte de lo que percibimos no puede ser expresado. Es indescriptible. Y aún así, cuando nos comunicamos entre nosotros, y nosotros sentimos que hay una conexión, y pensamos que somos entendidos, creo que tenemos una sensación de una comunión casi espiritual. Esa sensación puede ser pasajera, pero es para lo que vivimos.
Fragmento de la película "Waking life", dirigida por Richard Linklater.